Cuando el sol se oculta comienzo a sentir la vida en mi sangre.
Me incorporo, huelo el aire que ya es más fresco y comienzo a andar... Largas distancias por recorrer,
tierras y aguas conocidas esperan por mí noche tras noche.
Procuro mi alimento, descanso y continúo mi camino.
Por sobre todo atento a que nadie me lastime...
Cuando siento ese impulso ancestral levanto mi cabeza
y aúllo con un sonido profundo que nace de mi garganta.
A veces oigo una lejana respuesta, a veces no...
Sin brújula sé que puedo ir y volver a casa por los mismos caminos.
Mi vida es solitaria porque así lo quiero.
Camino envuelto en la penumbra de la noche, hasta el amanecer... Observo, huelo y escucho.
A veces vislumbro luces que hieren mis ojos
y sonidos que me confunden y asustan y,
cuando el sol comienza a levantarse y sus rayos se hacen brillantes, busco refugio para descansar hasta el próximo atardecer.
No es una condena, sólo es mi vida y la de mi especie.
Mi conciencia no es mía, soy un todo con la Naturaleza
y al igual que el monte y el pastizal que habito
solo sé que debo sobrevivir.

Laura Monica Steiman